Últimamente nos encontramos con personas jóvenes muy preocupadas por su falta de memoria y su atención lábil, dicen sentirse dispersos y agotados mentalmente. Cuando empiezo a indagar me encuentro con niveles de stress sumamente elevados, que afectan directamente a su calidad de vida. Les pido que me describan como es un día en su vida cotidiana y es ahí donde encuentro una larga lista de actividades organizadas, personas inmersas en una vorágine que ni saben como empezó, desconectadas de sí mismos, de su eje, de sus pequeños detalles que en algún momento los hicieron felices.
Cuando hablamos de stress nos referimos a una respuesta de nuestro organismo adaptativa a distintos estímulos ya sean ambientales, externos o internos. El organismo se prepara para hacer frente a las posibles demandas que se generan como consecuencia de la situación nueva.
Procesamos más rápida la información, seleccionamos conductas adecuadas para hacer frente a las novedades, agudizamos la mejor respuesta a algo que percibimos como amenaza ya sea potencial o real para nuestra supervivencia.
Ahora bien, si se repite con frecuencia este estado supone un desgaste para nuestro organismo con la aparición de síntomas psicosomáticos, entre ellos la acusada pérdida de memoria.
Como pronuncia McEwen.2000.“ Estamos asistiendo a un hecho puramente significativo en las últimas décadas, numerosos estudios demuestran el impacto negativo del estrés en las funciones cerebrales superiores tales como la memoria y la atención”.
Nos encontramos en una sociedad globalizada donde predomina a caudales la información recibida no pudiendo siempre ser procesada tanto a nivel racional como emocional. Repercutiendo muchas veces de forma negativa no solamente en nuestro sistema cognitivo, en nuestra memoria, en nuestra atención sino también presentando diversos síntomas psicosomáticos como hipertensión arterial, jaquecas, gastritis, ulceras, insomnio etc.
Si se comienzan a tomar fármacos para tratar los síntomas estamos entrando en una rueda difícil de salir ya que cada vez van a ser necesarias mayores dosis y no modificamos nada más que el aliviarnos de forma pasajera.
Cuando detectamos algunos de los síntomas antes descritos, debemos detenernos y reflexionar, para intentar modificar alguna pautas de vida.
Unas breves estrategias serían: recortar dentro de nuestra vida cotidiana un tiempo para nosotros (nadie lo va a hacer si no somos nosotros mismos) donde poder conectar con aquellas cosas que nos dan placer (música relajante, un buen libro para leer, caminar despreocupadamente, practicar nuestro deporte favorito ,yoga, meditación etc.
Percibir los cambios como positivos en vez de amenazantes. Intentar relajarnos y dejar que la vida fluya sin tener que controlar todo lo que ocurre a nuestro alrededor y en lo posible hacernos un espacio para compartir con la familia y las amistades.
Comenzar así a dar unos pequeños pasos que nos acerquen a nosotros mismos, a nuestros deseos y necesidades para mejorar nuestra calidad de vida.